“La selva se quema mientras ustedes hacen la guerra y juegan con ella”

El primer mandatario habló con firmeza ante la Asamblea General del organismo, en Nueva York, asegurando que la guerra contra las drogas es “irracional”, pidiendo su fin para hacer la paz en Colombia y para afrontar de fondo la crisis climática que se detona en el mundo.

Laura Angélica Ospina y Enviada Especial a Nueva York
21 de septiembre de 2022 - 02:58 a. m.
“La selva se quema mientras ustedes hacen la guerra y juegan con ella”
Foto: CCARRION - CARRION

El presidente Gustavo Petro se estrenó en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) como ningún otro jefe de Estado colombiano lo había hecho antes. No solo fue su primer discurso ante el organismo, sino también su primer viaje internacional tras haberse posesionado en el máximo cargo del Ejecutivo. A todas luces, la intervención que dio desde Nueva York fue su carta de presentación ante el mundo y en ella marcó el tono que desea darle a su gobierno de cara a los asuntos multilaterales. Especialmente frente a su relación con Estados Unidos, que se ha concebido como la mente detrás de la guerra contra las drogas: ha sido el aliado estratégico número uno de Colombia para combatir el cultivo de la hoja de coca y el narcotráfico.

La Asamblea General de la ONU es el evento diplomático más importante que celebran sus Estados miembros cada año: aunque no produce resultados o cambios inmediatos en la política internacional, sí genera grandes impactos mediáticos por cuenta de las posturas que expresan allí los mandatarios y los “vainazos” que entre ellos se tiran. Tanto así, que los conocedores de la diplomacia tienen una famosa frase para definirla: “Es el termómetro de las relaciones internacionales”. Y Petro entró a ese medidor con un mensaje rotundo y sin ambigüedades: acabar con la irracional guerra -como la nombró- contra las drogas.

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“Disminuir el consumo de drogas no necesita guerras, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes. ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder”, dijo el mandatario en la sesión número 77 del organismo. Con esas palabras se distanció de la posición que tomó Estados Unidos en 1971 cuando, bajo el mandato de Richard Nixon, declaró una cruzada contra la compraventa que se gestaba en los mercados ilegales. “La adicción a las drogas es el enemigo público número uno de Estados Unidos”, expresó en ese momento Nixon. Desde entonces, y entendiendo la sangre que ha corrido en Colombia por cuenta del narcotráfico, los políticos que han ocupado la Casa de Nariño se han mantenido en la misma línea de los norteamericanos.

Fue Juan Manuel Santos en 2017 quien en su octava y última participación en la Asamblea General, bajo el rótulo de presidente y premio nobel de paz, más se acercó a describir la frustración de la política antidrogas en Colombia. “La guerra contra las drogas no se ha ganado, ni se está ganando. Es necesario llegar a consensos en asuntos centrales, como el de no criminalizar a los adictos, y entender el consumo de drogas como un asunto de salud pública y no de política criminal”, argumentó el exjefe de Estado, invitando a aceptar con realismo que mientras haya consumo habrá oferta, y que el consumo no se va a acabar. “Es hora de hablar de regulación responsable por parte de los Estados, de buscar caminos para quitarles oxígeno a las mafias y de afrontar el consumo con más recursos para la prevención, la atención y la reducción de daños a la salud y al tejido social”, señaló en aquella edición número 72, celebrada durante el período del ahora expresidente Donald Trump.

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Sin embargo, Santos no se refirió tan tajantemente a la cruzada contra las drogas como un fracaso, sino que en ese entonces estuvo más en sintonía con el mensaje de agradecimiento a Naciones Unidas por haber verificado el proceso de dejación de armas en el proceso de paz que su gobierno acordó con las antiguas Farc, en 2016. Luego de eso, Colombia dio un giro de 180 grados en sus discursos en Nueva York. Durante el último cuatrienio, el expresidente Iván Duque mantuvo el mensaje en la necesidad de derrotar al narcotráfico y erradicar, a como diera lugar, los cultivos considerados de uso ilícito.

“Es cierto que tenemos que hacer más en salud pública, pero no menos cierto que el narcotráfico es depredador del medio ambiente. No nos daremos por vencidos (en la lucha contra el narcotráfico)”, dijo en su primera intervención en la Asamblea General, en 2018. Hasta 2021, su último año como presidente, Duque sostuvo la premisa de que “en Colombia más coca significa menos paz, menos medio ambiente”. “Cada gramo consumido significa un homicidio y ecocidio, porque por cada hectárea que se siembra se destruyen dos de selva única”, afirmó ante el órgano multilateral. Esa visión quedó de lado cuando Petro, con un tono desafiante y contestatario, cuestionó a los asistentes sobre la magnitud de la cocaína como “veneno”, en comparación con otros “venenos” para el medio ambiente, como el petróleo y el carbón.

“¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo? El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobredosis, y más por las mezclas que provoca su clandestinidad dictaminada, pero en cambio el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda la humanidad. Estas son las cosas del poder mundial, cosas de la injusticia, cosas de la irracionalidad, porque el poder mundial se ha vuelto irracional”, manifestó.

Si bien se fue en contra de las ideas que durante décadas ha promovido el establecimiento y, sobre todo, han mantenido estrechas las relaciones políticas y de cooperación entre Colombia y Estados Unidos, el discurso del presidente bien puede considerarse como estratégico, pues relacionó la necesidad de cambiar el enfoque del control de drogas en el país con la crisis climática que se detona en el mundo con inundaciones, sequías e incendios forestales, entre tantas otras catástrofes.

“Allí en esas selvas (colombianas) se emana oxígeno planetario y se absorbe el CO2 atmosférico. Una de esas plantas que absorbe el CO2, entre millones de especies, es una de las más perseguidas de la Tierra. A como dé lugar se busca su destrucción: es una planta amazónica, es la planta de la coca, planta sagrada de los incas. Como en un cruce de caminos paradójicos. La selva que se intenta salvar es, al mismo tiempo, destruida. Para destruir la planta de coca arrojan venenos, glifosato en masa que corre por las aguas, detienen a sus cultivadores y los encarcelan. Por destruir o poseer la hoja de la coca mueren un millón de latinoamericanos asesinados y encarcelan a dos millones de afros en América del Norte. Destruid la planta que mata gritan desde el norte, pero la planta no es sino una planta más de los millones que perecen cuando desatan el fuego sobre la selva”, mencionó en su intervención en Nueva York.

De esa forma Petro conservó la bandera que este año se impuso como la discusión crucial en los foros de la Asamblea General, pues el interés del mundo camina hacia enfrentar la crisis climática, pero la enlazó a una pieza sin la que él como mandatario no podría lograr la denominada “paz total”: acabar la política criminal que ha marcado el abordaje de las drogas.

“La selva se quema, señores, mientras ustedes hacen la guerra y juegan con ella. La selva, el pilar climático del mundo, desaparece con toda su vida. La gran esponja que absorbe el CO2 planetario se evapora. La selva salvadora es vista en mi país como el enemigo a derrotar, como la maleza a extinguir. El espacio de la coca y de los campesinos que la cultivan, porque no tienen nada más que cultivar, es demonizado. Para ustedes mi país no les interesa sino para arrojarles venenos a sus selvas”, expresó y así invitó a los mandatarios y delegatarios asistentes a “detener la guerra y a detener el desastre climático”.

Eso sí, la declaración de Petro puede haber sido significativa en términos de mensaje, pero por ahora es tan solo uno de los muchos pasos que se requerirían para que efectivamente el enfoque de la lucha contra las drogas comience a cambiar. Ya se verá si sus palabras tendrán costo o impacto político en los dineros que destina anualmente Estados Unidos para la ya no grata lucha contra ese flagelo que, como arrancó diciendo, ha hecho de Colombia un país “de belleza ensangrentada”. Y también en el ambiente de los actos diplomáticos de los próximos días, como la cena con el presidente Joe Biden este miércoles.

Por Enviada Especial a Nueva York

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