Cansado de vivir con miedo de ser arrestado y de correr riesgos al negociar con traficantes, Romairo Aguirre está listo para arrancar las 1.500 plantas de marihuana que cultiva en su finca en las montañas del Cauca y abrazar la legalidad. El campesino es uno de los miles de cultivadores ilícitos que tienen centradas sus esperanzas en la naciente industria del cannabis medicinal, unas variedades con diferentes componentes activos a la marihuana tradicional y que despegaría este año tras surtir un tortuoso camino en medio de temores entre muchos colombianos de que sea el primer paso hacia la legalización.