Vecinos de Gràcia denuncian que un fondo de inversiones quiere abrir un club de cannabis en sus bajos

Los socios fumadores

Al Ayuntamiento le consta desde abril un informe que dice que estos bajos cumplen con los requisitos urbanísticos del plan especial de clubs de cannabis

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Las pancartas de protesta penden de la fachada del número 476 de la calle Còrsega

Ana Jiménez

Los vecinos del número 476 de la calle Còrsega, en Gràcia, a una calle del Eixample, les dijeron a los obreros que se largaran del edificio, que no les dejarían instalar ninguna chimenea en su azotea, y mucho menos durante un sábado por la mañana.

“Al final nos cansamos de que nadie nos dijera a santo de qué venían tantas obras en los bajos –continúan algunos de los vecinos–, así que le pedimos el expediente al Ayuntamiento y descubrimos que los nuevos inquilinos estaban haciendo todos los trámites para abrir un club de cannabis, y la verdad es que por aquí ya tenemos suficientes clubs de cannabis...”. De modo que cambiaron los estatutos de la comunidad, para que no pudiera instalarse en la finca ningún establecimiento de este tipo, y de paso colgaron un imponente candado de la puerta de la azotea, para que ningún obrero pudiera instalar ninguna salida de humos.

Se supone que los clubs de cannabis no tienen afán de lucro

“Entonces, hace unas pocas semanas –siguen explicando algunos vecinos–, apareció un italiano muy trajeado, con una maleta, camino del aeropuerto, muy dicharachero, diciendo que era el nuevo inquilino, que representaba a un fondo de inversión con sedes en Italia y Panamá, que aún no sabían bien qué negocio iban a montar en los bajos de nuestro edificio, que quería instalar una salida de humos porque así aumentaban las posibilidades. Nos estaba mintiendo descaradamente. Le dijimos que no le daríamos las llaves del candado de la azotea. Entonces sí que se puso serio, nada dicharachero, y se marchó al aeropuerto. Al poco regresó, la verdad es que continuaba enfadado, y se puso a hacer fotografías del candado. Nos dijo que nos demandaría si no le dejábamos terminar sus obras, que nos sacaría 100.000 euros. Nosotros le dijimos que se marchara”. Luego los vecinos se gastaron 1.500 euros en 40 pancartas de las buenas, de las que aguantan las inclemencias.

Al Ayuntamiento le consta desde abril un informe que dice que estos bajos cumplen con los requisitos urbanísticos del plan especial de clubs de cannabis. Además, al Consistorio también le consta, en este caso desde julio, un comunicado de obras para instalar, entre otras cosas, un extractor de humos. “Pero nosotros no creemos –tercian los vecinos– que un club en estos bajos cumpliera con las distancias que estos establecimientos han de guardar con respecto a muchos equipamientos, según establece su plan especial. El Ayuntamiento planea construir a unos 60 metros un espacio para jóvenes”. Estos trámites se llevaron a cabo antes de que el italiano dijera a los vecinos que aún no sabía qué negocio quería montar.

Se supone que los clubs de cannabis no tienen afán de lucro. Tras muchos de ellos suelen encontrarse asociaciones de fumadores de cannabis pro legalización que quieren mancomunar una plantación y dejar de comprar por las calles. Estas entidades acostumbran a ser muy estrictas en el cumplimiento de las normas. O traficantes de drogas que de este modo encuentran otra manera de distribuir estupefacientes. Son los mismos que se pasan el día en la Rambla promocionando supuestos coffee shops entre los turistas. Un italiano con intereses en Panamá constituye una novedad. Sus perfiles colgados en internet lo presentan como un asesor de inversiones. Este redactor no logró recabar su parecer. De todas formas, los fondos son como todo en esta vida, grandes y pequeños.

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